lunes, 30 de agosto de 2010

29/08/2010

Hay veces en que por más sereno sea el mar, hasta el horizonte cansa y el ron no logra aliviarlo todo. Es pues la exaltación cuando por casualidad de la vida en un océano tan grande como el de nuestras aventuras, cruzarse con un galeón amigo, no; ¡un Capitán compañero!...sí, aquel que un día decidió tener un camino diferente al tuyo, aquel que honras en la memoria, ese alma que siendo aún grumetes te ayudó a levantar del suelo del bar en tantas borracheras, a ese al que tenías tanto tiempo sin ver y que te da muchas alegrías.

Siempre es memorable contar las experiencias sentidas en las ausencias mutuas, logrando en tan sólo unas horas de compañía recordar sensaciones de nunca haberse separado y hablar sin más con la confianza que da sentirse a gusto.

La despedida sin dudar es atroz, pero queda la sensación de que buscando otra vez en el horizonte se puede encontrar una nueva ilusión.

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